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Cáncer de hígado

Cómo prevenir y diagnosticar el cáncer de hígado

La forma más común de cáncer de hígado (el órgano más grande del cuerpo) en los adultos es el carcinoma hepatocelular, que se origina en los hepatocitos, el principal tipo de célula de este órgano. Hay al menos 3-4 tipos de cáncer primario de hígado: algunos comienzan con un solo bulto que se desarrolla y, sólo en las etapas finales de la enfermedad, se propaga a las partes restantes del hígado.

Otros se originan a partir de dos o más nódulos separados, como los tumores múltiples, típicos de las personas con cirrosis hepática, o en forma masiva cuando el órgano está completamente invadido por nódulos neoplásicos.

El hepatoblastoma es la forma más frecuente de cáncer de hígado en la infancia: la sintomatología depende del tamaño de la neoplasia, que se observa con mayor frecuencia en los niños menores de dos años. Además de los tumores primarios, el hígado puede verse afectado por metástasis derivadas de células tumorales de otro sitio.

Síntomas

El cáncer de hígado también se ha llamado tumor silencioso porque, especialmente en las primeras etapas, no da ninguna señal de sí mismo. A medida que la enfermedad se extiende, empiezan a aparecer síntomas específicos, como dolor en la parte superior del abdomen, que también puede irradiarse a la espalda y los hombros, hinchazón del vientre, pérdida de peso y de apetito, náuseas, vómitos, sensación de saciedad, fatiga, ictericia (es decir, el color amarillo de la piel), coloración oscura de la orina y fiebre.

Estos síntomas no son muy específicos y también pueden ocurrir en enfermedades completamente diferentes. En cualquier caso, deben ser comunicados a su médico, que evaluará la situación.

Prevención

Lamentablemente, no es posible prevenir el cáncer de hígado, excepto evitando los factores de riesgo más comunes que incluyen la exposición a los virus de la hepatitis, el consumo excesivo de alcohol, los hábitos que promueven el sobrepeso y la obesidad, con alteraciones en el metabolismo.

Los pacientes de riesgo (es decir, los que padecen enfermedades hepáticas crónicas o cirrosis) deben permanecer bajo supervisión médica y pueden someterse a exámenes periódicos de ultrasonido para detectar cualquier cáncer de hígado en una etapa más temprana y, por lo tanto, más curable.

Una medida preventiva eficaz es la vacunación contra la hepatitis B, que en Italia es obligatoria para todos los niños. En lo que respecta a la hepatitis C, no hay vacunas disponibles, pero sí fármacos capaces de eliminar la replicación viral en más del 99% de los casos.

La hepatitis A, para la que existe una vacuna comúnmente utilizada por las personas que viajan a países calurosos con poca higiene, no aumenta el riesgo de cáncer de hígado.

En el caso de una infección crónica con los virus de la hepatitis B o C, es aconsejable que los centros con la experiencia adecuada se encarguen de controlar la infección viral con la medicación adecuada y de reducir el riesgo de desarrollar un tumor.

Diagnóstico

Hay varias maneras de comprobar si hay cáncer de hígado y la salud de los órganos en general.

Examen objetivo

El médico palpa el abdomen para comprobar si hay algún agrandamiento del hígado, el bazo y los órganos vecinos y si hay masas sospechosas. También compruebe si hay ascitis, es decir, cantidades anormales de líquido en el abdomen, y observe el color de la piel y el blanco de los ojos para ver si hay ictericia, es decir, amarilleamiento de la piel o las membranas mucosas. Con el examen objetivo, normalmente identificamos formas ya avanzadas de cáncer.

Análisis de sangre

Hay varios parámetros que sugieren una enfermedad hepática como, por ejemplo, las dosis de transaminasas y bilirrubina. El marcador tumoral más significativo es la alfafetoproteína (AFP), una proteína que se asocia a la presencia de la neoplasia, aunque se expresa con valores patológicos en sólo alrededor de la mitad de los pacientes de cáncer.

Ecografía

Gracias a los ecos de ultrasonido, se puede reconstruir una imagen del hígado y los órganos circundantes de una manera completamente inofensiva. Las masas tumorales (normalmente denominadas «lesiones focales») dan un eco diferente del tejido sano y pueden ser identificadas con buena precisión. Una ecografía sospechosa suele ser preliminar a exámenes más complejos como la tomografía y la resonancia magnética.

Tomografía computarizada (TC)

Se trata de un examen radiológico digital realizado por un equipo que reconstruye imágenes de diferentes secciones del hígado, los órganos vecinos y los vasos sanguíneos. El poder de diagnóstico de la tomografía computarizada puede ser amplificado por sustancias específicas, medios de contraste, inyectadas en el paciente antes del examen. Las tomografías computarizadas pueden utilizarse para visualizar un posible tumor del hígado y de los órganos internos en general.

Resonancia magnética (RM)

Reconstruye imágenes digitales usando campos magnéticos generados por imanes conectados a una computadora. Proporciona imágenes similares a las de la TC pero con diferentes orientaciones y especificaciones. Cómo las tomografías computarizadas ayudan a establecer las áreas afectadas por el tumor y a distinguirlas del tejido sano.

Angiografía hepática

Se trata de un examen radiológico invasivo que requiere hospitalización y anestesia. Utiliza la amplificación de la imagen dada por un medio de contraste inyectado en la arteria hepática. Permite visualizar los vasos sanguíneos que rocían el hígado y los posibles tumores, donde la densidad de rociado de la sangre es generalmente mayor.

Biopsia

Es la toma de una muestra de tejido hepático. Se realiza principalmente bajo anestesia local, pero aún así requiere una corta hospitalización. El médico inserta una aguja fina en el abdomen y toma una muestra de tejido con la guía del ultrasonido o la imagen de la TC o la resonancia magnética.

Alternativamente, la biopsia de hígado también puede realizarse durante los exámenes endoscópicos, la cirugía cerrada (laparoscopia) o abierta (laparotomía). El tejido extraído se somete a un examen histológico.

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