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Diferencias entre linfomas de células B y T: Lo que debes saber sobre el tratamiento y pronóstico

Los linfomas son un grupo diverso de cánceres que afectan el sistema linfático, una parte crucial del sistema inmunológico del cuerpo. Aunque los linfomas se dividen en dos grandes categorías, linfomas de Hodgkin y linfomas no Hodgkin, los linfomas no Hodgkin a su vez se subdividen en linfomas de células B y linfomas de células T. Estas dos últimas clasificaciones representan diferentes tipos de células del sistema inmunológico y presentan variaciones significativas en cuanto a su frecuencia, diagnóstico, tratamiento y pronóstico.

 ¿Qué son las células B y T?

Para entender las diferencias entre los linfomas de células B y T, es importante primero comprender qué son las células B y T y cómo funcionan. Las células B y T son tipos de glóbulos blancos que desempeñan funciones específicas en el sistema inmunológico.

– Células B: Estas células son responsables de producir anticuerpos, que ayudan a combatir infecciones. También tienen la capacidad de «recordar» ciertos patógenos, lo que ayuda al cuerpo a responder más rápidamente si el mismo patógeno vuelve a infectarlo.

– Células T: Las células T tienen un papel diferente. Ayudan a destruir células infectadas por virus o células cancerosas, y también coordinan las respuestas inmunitarias al activar otras células del sistema inmunológico.

Cuando cualquiera de estos tipos de células se transforma en cancerosa, puede originar linfomas. Sin embargo, debido a las diferencias en la función y biología de las células B y T, los linfomas que derivan de estas células también varían en términos de comportamiento, respuesta al tratamiento y pronóstico.

 Linfomas de células B

Los linfomas de células B son el tipo más común de linfoma no Hodgkin, representando alrededor del 80% de todos los casos. Este tipo de linfoma tiende a desarrollarse a partir de células B maduras y puede variar ampliamente en términos de agresividad. Los dos tipos principales de linfomas de células B son el linfoma difuso de células B grandes (DLBCL), que es agresivo, y el linfoma folicular, que es más indolente.

Uno de los aspectos clave de los linfomas de células B es que a menudo responden bien a los tratamientos estándar de quimioterapia, como el régimen R-CHOP, que incluye los medicamentos rituximab, ciclofosfamida, doxorrubicina, vincristina y prednisona. El uso de rituximab, un anticuerpo monoclonal que se dirige a la proteína CD20 en las células B, ha mejorado considerablemente los resultados para los pacientes con linfomas de células B. «La introducción de rituximab marcó un cambio significativo en la manera en que tratamos los linfomas de células B», menciona la Dra. Neha Mehta Shah, especialista en oncología hematológica. «Este medicamento ha permitido aumentar las tasas de supervivencia y reducir la tasa de recaídas.»

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 Linfomas de células T

En contraste, los linfomas de células T son mucho más raros, representando solo alrededor del 10-15% de todos los linfomas no Hodgkin. Estos linfomas tienden a ser más difíciles de diagnosticar y tratar, ya que no todos responden bien a los tratamientos estándar utilizados para los linfomas de células B. Además, los linfomas de células T son biológicamente más diversos, con más de 20 subtipos diferentes que exhiben comportamientos y pronósticos muy variados.

Algunos de los subtipos más comunes de linfomas de células T incluyen el linfoma anaplásico de células grandes (ALCL), el linfoma de células T periférico no especificado (PTCL-NOS) y el linfoma cutáneo de células T, como la micosis fungoide. «Históricamente, tratábamos los linfomas de células T usando conocimientos derivados de tratamientos para los linfomas de células B», señala la Dra. Shah. «Sin embargo, con el tiempo, hemos aprendido que los linfomas de células T requieren enfoques terapéuticos más personalizados debido a su compleja biología.»

 Diagnóstico y características biológicas

El diagnóstico de ambos tipos de linfomas generalmente comienza con una biopsia del tejido afectado, seguida de pruebas avanzadas como la citometría de flujo y la inmunohistoquímica, que permiten identificar las proteínas presentes en la superficie de las células cancerosas. Estas pruebas son cruciales para distinguir entre linfomas de células B y T, ya que estas células expresan diferentes marcadores. Las células B, por ejemplo, suelen expresar la proteína CD20, mientras que las células T no lo hacen. En su lugar, las células T pueden expresar otras proteínas, como CD3 o CD4, lo que ayuda a confirmar el diagnóstico.

Además, el comportamiento de estos linfomas varía considerablemente. Los linfomas de células B, especialmente los de bajo grado como el linfoma folicular, tienden a crecer lentamente y pueden no requerir tratamiento inmediato en algunos casos. Por otro lado, muchos linfomas de células T son más agresivos y requieren un tratamiento rápido y más intensivo.

Un aspecto interesante es que en algunos subtipos de linfomas de células T, como el linfoma cutáneo de células T, el cáncer puede estar inicialmente confinado a la piel, lo que complica su detección y tratamiento. Este tipo de linfoma puede evolucionar lentamente, pero en casos avanzados puede afectar otros órganos y tejidos, lo que empeora el pronóstico.

 Tratamiento y opciones terapéuticas

Las diferencias en el tratamiento entre los linfomas de células B y T son notables. Mientras que los linfomas de células B han sido objeto de numerosas investigaciones y tienen tratamientos bien establecidos, los linfomas de células T todavía están siendo estudiados en profundidad para encontrar terapias más efectivas.

Como se mencionó anteriormente, los linfomas de células B generalmente responden bien al tratamiento con quimioterapia combinada con anticuerpos monoclonales como rituximab. Esto se debe a que la mayoría de los linfomas de células B expresan el marcador CD20, que es el objetivo de rituximab. Este fármaco se ha convertido en una piedra angular en el tratamiento de los linfomas de células B, tanto en estadios tempranos como avanzados.

En contraste, los linfomas de células T no expresan CD20, lo que limita el uso de rituximab en su tratamiento. En su lugar, se utilizan otros regímenes de quimioterapia, como CHOP o CHOEP, que combinan diferentes medicamentos. Sin embargo, la respuesta de los linfomas de células T a estos tratamientos puede ser menos predecible, y en muchos casos, la enfermedad reaparece después del tratamiento inicial.

Otra diferencia clave es la mayor dependencia de los trasplantes de células madre en el tratamiento de los linfomas de células T. «Para los pacientes con linfomas de células T que logran una remisión completa, el trasplante de células madre puede aumentar las probabilidades de mantener la enfermedad en remisión a largo plazo», explica la Dra. Shah. Tanto los trasplantes autólogos, que utilizan las propias células del paciente, como los trasplantes alogénicos, que usan células de un donante, son opciones viables para algunos pacientes con linfomas de células T.

 Pronóstico y supervivencia

El pronóstico de los linfomas de células B tiende a ser más favorable que el de los linfomas de células T, especialmente debido a la disponibilidad de terapias dirigidas como rituximab. Por ejemplo, en pacientes con linfoma difuso de células B grandes, las tasas de curación son altas cuando el cáncer se detecta en etapas tempranas y responde bien al tratamiento. Incluso los pacientes en estadios avanzados tienen una probabilidad significativa de lograr remisión a largo plazo con los tratamientos modernos.

Por otro lado, el pronóstico de los linfomas de células T suele ser más incierto. Algunos subtipos, como el linfoma anaplásico de células grandes ALK positivo, tienen un pronóstico relativamente bueno, con tasas de supervivencia superiores al 70% en algunos casos. Sin embargo, otros subtipos, como el linfoma de células T periférico no especificado (PTCL-NOS), tienen un pronóstico mucho más reservado, con tasas de supervivencia de cinco años que pueden ser tan bajas como el 20-30%.

Uno de los mayores desafíos en el tratamiento de los linfomas de células T es la recaída después del tratamiento inicial. Muchos pacientes experimentan una recurrencia de la enfermedad, y las opciones de tratamiento en estos casos pueden ser limitadas. Sin embargo, los avances en inmunoterapia y terapias dirigidas están ofreciendo nuevas esperanzas para estos pacientes. «Las nuevas terapias, como los inhibidores de puntos de control y los inhibidores de PI3-kinasa, están mostrando resultados prometedores en el tratamiento de linfomas de células T», comenta la Dra. Shah. Aunque estas terapias todavía están en etapas de desarrollo, podrían cambiar el panorama del tratamiento para este tipo de linfomas en el futuro.

La investigación continua y el desarrollo de nuevas terapias están ofreciendo nuevas esperanzas para los pacientes con linfomas de células T, pero el camino hacia el tratamiento efectivo de estos cánceres sigue siendo un desafío. Como siempre, es fundamental que los pacientes se informen sobre su diagnóstico específico y trabajen en estrecha colaboración con su equipo médico para explorar todas las opciones de tratamiento disponibles.

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