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Avances en el tratamiento del linfoma de Hodgkin: desde la mortalidad uniforme hasta la cura

Históricamente, el linfoma de Hodgkin fue descrito por Thomas Hodgkin como una enfermedad que era uniformemente mortal. Sin embargo, los avances médicos en las últimas décadas han transformado completamente este pronóstico. Desde la introducción de la radioterapia en la década de 1950 hasta los regímenes modernos de quimioterapia, se han logrado curaciones en un número significativo de pacientes, modificando drásticamente el panorama de esta enfermedad.

Evolución de la radioterapia y el impacto en el linfoma de Hodgkin

En 1901, las primeras radiaciones demostraron ser activas contra el tejido linfoide, pero no fue hasta 1931 que la radioterapia comenzó a utilizarse para tratar linfomas. A mediados de la década de 1950, la radiación de cobalto mostró su capacidad curativa para el linfoma de Hodgkin en estadio limitado. 

Aproximadamente el 80 % de los casos en estadio I y cerca del 70 % en estadio II lograban la curación gracias a la radioterapia. Aun así, esta técnica solo era efectiva en casos localizados, por lo que los pacientes con enfermedad en estadio avanzado seguían sin opciones curativas.

Fue con el desarrollo de la quimioterapia combinada cuando se produjo un cambio decisivo. “La introducción de la quimioterapia para este tipo de linfoma ha sido uno de los mayores avances en la medicina moderna”. A partir de 1964, el régimen MOPP (mecloretamina, vincristina, procarbazina y prednisona), desarrollado en el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, logró curar a más de la mitad de los pacientes con linfoma de Hodgkin en estadio avanzado.

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Los inicios de la quimioterapia

El tratamiento del linfoma de Hodgkin está intrínsecamente relacionado con el desarrollo de la quimioterapia. En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, dos farmacólogos de la Universidad de Yale, Goodman y Gilman, descubrieron que el gas mostaza, utilizado en la guerra química, tenía un efecto devastador sobre el tejido linfoide. A partir de estos hallazgos, sugirieron que podría ser utilizado para tratar cánceres de los órganos linfoides. Esta investigación llevó al desarrollo de la mecloretamina, el primer fármaco utilizado en el régimen MOPP.

A pesar de su éxito inicial, MOPP presentaba graves efectos secundarios, incluidos náuseas, vómitos severos, esterilidad y un aumento en el riesgo de leucemia. Esto impulsó a los científicos a desarrollar el régimen ABVD (adriamicina, bleomicina, vinblastina y dacarbazina) en 1973, que ofrecía tasas de curación más altas y con menos toxicidad.

Quimioterapia combinada con radioterapia

A medida que avanzaba el tiempo, la combinación de quimioterapia con radioterapia se convirtió en una estrategia clave para mejorar la supervivencia de los pacientes con linfoma de Hodgkin. La pregunta crítica era si esta combinación podría mejorar las tasas de curación en pacientes con enfermedad en estadio limitado. Varios ensayos clínicos demostraron que la terapia combinada no solo aumentaba la supervivencia libre de progresión, sino que también permitía reducir la cantidad de radiación, disminuyendo la toxicidad asociada.

Uno de los avances más significativos ha sido la capacidad de personalizar el tratamiento en función de la respuesta del paciente. “Podemos reducir la cantidad de quimioterapia y radiación sin afectar los resultados”, lo que permite tratar a los pacientes de manera más segura sin comprometer la eficacia. Por ejemplo, para pacientes con enfermedad en estadio limitado y bajo riesgo, se ha demostrado que tan solo dos ciclos de quimioterapia seguidos de una dosis baja de radiación son suficientes para lograr la curación.

PET y tratamiento basado en la respuesta

En la era moderna, el uso de la tomografía por emisión de positrones (PET) ha permitido ajustar el tratamiento de acuerdo con la respuesta de cada paciente. Los estudios han demostrado que más del 80% de los pacientes logran una PET negativa a mitad del tratamiento, lo que indica una remisión completa. En estos casos, muchos especialistas han optado por omitir la radioterapia, reduciendo así los efectos secundarios a largo plazo.

El tratamiento para pacientes con linfoma de Hodgkin voluminoso o avanzado también ha avanzado. “Nuestro objetivo hoy para la mayoría de los pacientes es de 4 a 6 ciclos de ABVD, reservando la radioterapia únicamente para aquellos con respuestas subóptimas a la quimioterapia sola”. Con el tiempo, se han realizado estudios que permiten eliminar la bleomicina en casos con PET negativa, lo que reduce los efectos secundarios pulmonares sin comprometer la tasa de curación.

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Nuevos fármacos dirigidos

En las últimas décadas, el desarrollo de fármacos dirigidos ha cambiado nuevamente el panorama del tratamiento del linfoma de Hodgkin. Brentuximab vedotin, un anticuerpo conjugado con un fármaco que ataca específicamente a las células del linfoma, ha demostrado ser altamente efectivo, especialmente en pacientes en recaída. Su mecanismo actúa como un “caballo de Troya”, atacando las células cancerosas desde el interior.

Los inhibidores de puntos de control inmunitario, como el nivolumab y el pembrolizumab, también han mostrado resultados prometedores al activar el sistema inmunitario del paciente para que ataque las células del linfoma. “Estos inhibidores quitan el ‘manto de invisibilidad’ de las células del linfoma, permitiendo que el sistema inmunitario del paciente las destruya”.

La evolución en el tratamiento del linfoma de Hodgkin ha sido notable, desde los primeros intentos con radioterapia hasta el uso de quimioterapia combinada y los nuevos fármacos dirigidos. Hoy en día, más del 80 % de los pacientes logran la remisión completa, y las tasas de curación han alcanzado niveles impensables en décadas anteriores. A medida que la medicina avanza, el desafío seguirá siendo no solo mejorar las tasas de curación a corto plazo, sino también minimizar los efectos secundarios a largo plazo para asegurar una mejor calidad de vida para los sobrevivientes del linfoma de Hodgkin.

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