Alarma por menos pruebas de cáncer uterino

A pesar de ser uno de los tipos de cáncer más prevenibles, la detección del cáncer cervicouterino en Estados Unidos ha registrado una preocupante caída en los últimos años. Un estudio publicado este mes en la revista médica JAMA Network Open reveló que el porcentaje de mujeres que se sometieron a pruebas de detección cayó del 47 % en 2019 al 41% en 2023, lo que supone un retroceso en la lucha contra una enfermedad cuya detección temprana es crucial para su tratamiento efectivo.
Las mujeres que viven en zonas rurales son especialmente vulnerables: tienen un 25 % más de probabilidades de ser diagnosticadas y un 42 % más de morir por este tipo de cáncer en comparación con las mujeres en áreas urbanas. Esta brecha refleja las desigualdades persistentes en el acceso a servicios de salud preventiva.
Cada año, unas 13.000 mujeres son diagnosticadas con cáncer de cuello uterino en Estados Unidos, y aproximadamente 4.320 fallecen. En la mayoría de los casos, la enfermedad está vinculada al virus del papiloma humano (VPH), una infección de transmisión sexual que afecta a la mayoría de las personas sexualmente activas en algún momento de sus vidas.
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Pese a la disponibilidad de vacunas seguras y eficaces —que pueden prevenir hasta el 90 % de los casos de cáncer cervicouterino—, la cobertura de vacunación sigue siendo insuficiente: solo el 61 % de las adolescentes ha recibido todas las dosis recomendadas.
Expertos atribuyen esta situación a varios factores, entre ellos la persistente desinformación sobre la seguridad de la vacuna. Figuras públicas como Robert F. Kennedy Jr. han contribuido a sembrar dudas infundadas sobre la inmunización, a pesar del respaldo científico que demuestra su efectividad.
Las tasas de detección son especialmente bajas entre mujeres jóvenes de 21 a 29 años, y también entre quienes enfrentan barreras estructurales como la falta de seguro médico, la discriminación racial o la pertenencia a comunidades LGBTQ+. Según la Sociedad Americana contra el Cáncer, las mujeres entre 25 y 65 años deben realizarse una prueba de VPH primaria cada cinco años, o bien combinarla con una prueba de Papanicolaou, o hacerse esta última sola cada tres años.
La detección oportuna es clave: el cáncer cervicouterino se desarrolla lentamente, por lo general a lo largo de varios años, pasando por etapas precancerosas que pueden tratarse eficazmente si se identifican a tiempo. Los expertos aseguran que un resultado positivo en la prueba de VPH no debe generar pánico, pero sí motivar un seguimiento médico cuidadoso.
“La detección funciona. Identificar una infección persistente de alto riesgo permite actuar antes de que se convierta en un cáncer”, señaló la Dra. Rebecca Perkins, investigadora del Centro Médico Tufts.
El llamado de los especialistas es claro: no postergar los controles de rutina, mejorar el acceso a las pruebas y reforzar la confianza en la vacunación pueden marcar la diferencia. En una enfermedad prevenible como esta, cada omisión puede tener consecuencias fatales.