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Del COVID al cáncer: la tecnología del ARN mensajero abre un nuevo frente

La urgencia global desatada por la pandemia de la COVID-19 impulsó un esfuerzo sin precedentes en la historia moderna: cientos de científicos colaboraron a escala mundial para desarrollar, en tiempo récord, una vacuna efectiva. La clave no solo fue la inversión millonaria ni la coordinación internacional, sino una tecnología disruptiva que cobró protagonismo: el ARN mensajero (ARNm).

Esta molécula, capaz de portar instrucciones genéticas, permite que las células humanas produzcan una proteína específica del virus, desencadenando una respuesta del sistema inmune. Con la COVID-19, la tecnología sirvió para enseñar al cuerpo a reconocer la proteína de la espícula del SARS-CoV-2, lo que abrió un nuevo camino hacia vacunas más rápidas, precisas y adaptables.

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Al terminar la emergencia sanitaria, las empresas detrás de este avance, buscaron un nuevo objetivo: El cáncer, con una proyección de aumento del 47% en los casos globales en las próximas dos décadas, según la Organización Panamericana de la Salud, emergió como el siguiente gran desafío. Solo en 2022, esta enfermedad cobró la vida de 10 millones de personas en el mundo.

Reino Unido fue el país elegido para asentar esta nueva etapa. Su experiencia en ensayos clínicos rápidos, su infraestructura de frío y su capacidad de producción a gran escala facilitaron acuerdos clave: BioNTech ofrecerá tratamientos personalizados a 10.000 pacientes hasta 2030, y Moderna invertirá durante una década en un centro de innovación capaz de producir hasta 250 millones de vacunas anuales.

El enfoque de esta nueva vacuna contra el cáncer se basa en una tríada tecnológica: vacunas de ARNm, secuenciación genética e inteligencia artificial. El proceso es altamente personalizado: se extrae el tumor del paciente, se secuencia su ADN y se utiliza un algoritmo para identificar qué mutaciones específicas pueden ser detectadas por el sistema inmunológico. Con esa información, se fabrica una vacuna única para ese individuo.

“El cuerpo aprende a reconocer cómo luce esa célula cancerosa específica”, explica el oncólogo británico Lennard Lee, líder del proyecto en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS). “La esperanza es que pueda vigilar y prevenir una recaída, especialmente en pacientes que ya fueron operados a tiempo”.

Las vacunas personalizadas están siendo probadas contra diversos tipos de cáncer como de pulmón, páncreas, melanoma, renal, cerebral, colorrectal y de vejiga; y ya se encuentran en fase avanzada de ensayos clínicos. Para acelerar el desarrollo, Lee lanzó en 2022 la Plataforma de Lanzamiento de Vacunas contra el Cáncer, y en 2024 presentó el primer informe estratégico sobre su avance, publicado por la Universidad de Cambridge.

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Se estima que las primeras aprobaciones regulatorias podrían llegar a principios de 2026. Si se confirman los resultados positivos, las vacunas personalizadas podrían convertirse en una alternativa más ágil y menos invasiva que la quimioterapia tradicional. Sin embargo, los expertos aclaran que no reemplazarán los tratamientos existentes, sino que los complementarán dentro del arsenal inmunoterapéutico.

Aún queda una pregunta clave: ¿serán accesibles? “Las vacunas en sí pueden ser económicas de producir, pero el proceso requiere una infraestructura nacional de secuenciación genómica, lo que añade costos”, admite Lee. El precio final dependerá de las farmacéuticas y de cómo se integren estos tratamientos en los sistemas de salud pública.

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