¡La prueba de cáncer dio positivo!
Fue un día de octubre que la memoria ha bloqueado. Me senté frente a mi urólogo y vi el diagnóstico en su cara, antes de que lo expresaran sus palabras. Ya, cuando lo dijo, mi mente andaba armando escenarios apocalípticos: el deterioro acelerado de la salud, la orfandad de mis hijos y la viudez de mi esposa. ¿A quién no le ha pasado que ante un diagnóstico no esperado su mente le lleve al peor de los escenarios?
Es en ese momento que uno echa mano de las herramientas interiores que ha ido cultivando con el tiempo. No sé cuántos minutos pasé en ese viaje de intenso drama, sí sé que cuando cobré consciencia de ello, esto es, pude mentalmente observarme sin juzgarme, tomé de inmediato una profunda respiración, concentrándome en el proceso de inhalación y exhalación, y luego otra, y otra, y de pronto el drama se fue diluyendo en esa certeza de que estás vivo que te da la respiración.
Lo próximo fue buscar algo que me conectara con el momento presente. A todo esto, el urólogo seguía hablando pero yo no registraba nada de lo que estaba diciendo. Y vi un cuadro del maestro Cajigas detrás de él, un piragüero en una calle del viejo San Juan. Eso me relajó más aún. Entonces vino el momento cumbre: asumir responsabilidad de lo que nos pasaba. Sí, porque no hay duda de que hasta las enfermedades son producto de lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestras vidas. Por lo tanto, la sanación también; siempre con la ayuda del Divino Creador. Y dije: dígame doctor qué tengo que hacer para ayudarle en mi proceso de enfrentar esta enfermedad. Y él me explicó las opciones: radiación, quimioterapia, cirugía radical, y los pros y contras de cada opción. Opté por la cirugía radical y ya hace 17 años desde que se llevó a cabo esa operación, un 31 de octubre de 2005.
Hoy, si soy una mejor persona de lo que era para el 2005, se lo debo a la enriquecedora experiencia de haber pasado por una condición de cáncer y haber asumido un rol proactivo en el proceso de curación. De ninguna otra forma hubiese aprendido las lecciones que aprendí al pasar por esta situación de cáncer de próstata. Consciente de los tabús y mitos que rodean el cáncer de próstata decidí de inmediato utilizar mi situación para educar y exhortar a los hombres; sobre todo de 45 años en adelante, a que visiten con frecuencia su urólogo pues una detección temprana de la enfermedad, como fue mi caso, tiene siempre mejores oportunidades de tener un resultado positivo. Lo mismo aplica a la mujer con cáncer del seno.
Y quiero terminar repitiendo lo que fue el saldo final de esta experiencia: una aprecio mayor del privilegio de vivir, y un sentido de empoderamiento al escoger ser parte de mi propia sanación. Les deseo a todas y a todos SALUD, pero ante cualquier percance, asumamos responsabilidad del proceso, sin drama, y con el convencimiento de que podemos salir victoriosos.